La Casada Infiel
Y que yo me la llevamp;eacute; al ramp;iacute;o
creyendo que era mozuela,
pero tenamp;iacute;a marido.
Fue la nociago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las amp;uacute;ltimas esquinas
toquamp;eacute; sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos..
El almidamp;oacute;n de su enagua
me sonaba en el oamp;iacute;do,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los amp;aacute;rboles han crecido,
y un e de perros
ladra muy lejos del ramp;iacute;o.
Pasadas la zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quitamp;eacute; la corbata.
Ella se quitamp;oacute; el vestido.
Yo el cinturamp;oacute;n de revamp;oacute;lver.
Ella sus cuatro corpiamp;ntilde;os.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los critales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de framp;iacute;o.
Aquella noce;
el mejor de los caminos,
montado en potra de namp;aacute;car
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento